Argentina

Plaza de Mayo, Casa Rosada, Buenos Aires, Argentina.

Estoy en Argentina. Acudo a las páginas antes de olvidar las emociones que me asaltan. (Aunque ahora al transcribir el diario, poco más de una semana después de mi llegada, las emociones que sentí en ese momento siguen nítidas en mi cabeza).

Es difícil describir las emociones que me embargaron en el trayecto vía a la ciudad. ¿Qué significa, que te vengan lágrimas a los ojos al ver el campo que se extiende a lado y lado, qué significa, que te vengan lágrimas a los ojos al escuchar a la gente hablar, al encontrar el hogar en el regusto del azúcar, del olor del aire acondicionado, en el olor de la ropa y de la calle, en el saludar de las personas, en sus ademanes, sus ojos, en sus vicios? Un sentimiento extraño, casi ajeno, casi vergonzoso. Un sentimiento que pienso, pensé que no tengo derecho a sentir.

Después de todo, ¿cuándo y cómo cumplió esta tierra el papel de madre, de guía, de terreno de juego? O es acaso el anhelar un lugar, una forma de ser de las personas, a la distancia, suficiente para que lo logre de manera casi invisible. ¿Será esto posible?

Voy de camino a la ciudad desde el aeropuerto de Ezeiza. Por la disposición e infraestructura del aeropuerto se nota de inmediato la inmensidad de la ciudad. Los aeropuertos dicen mucho sobre la dimensión de una ciudad. Te revelan cuántas personas se espera, de dónde, con qué frecuencia.

Desde el aeropuerto intenté tomar un carro por medio de una APP para ir hasta Palermo, pero mis apps no funcionaban. Me vi obligada a tomar un taxi (remise) desde el aeropuerto. Sale mucho más costoso, pero no tenía otra opción.

Primero me dirijo a Palermo Soho, a dejar mi maleta para poder recorrer el barrio hasta la hora del check-in. He decidido que usaré esta libreta para primeras impresiones, y las demás, dos que me regaló mi hermana antes de partir, para un relato más pulido y gráfico de mi viaje.

El paisaje desde el aeropuerto es hermoso. Te rodean campos extensos y árboles altos. También nos envolvió (a el chofer y a mi) una luz de mañana, dorada, muy bonita. Me sentí recibida. Sentí que Argentina me recibía con los brazos abiertos. El corazón y las lágrimas se desbordaron desde mi interior. Y sentí miedo, y alegría, y tristeza. Pensé muchas cosas sobre mi madre, mi vida, y el mundo.

Más

Ramen

Llegué sin aliento al rellano del pasillo. Lo único que se escuchaba era el subir y bajar de mi pecho. Ya podía sentir a Miguel. El calor y la humedad de los últimos días estaban haciendo su efecto…

50 gramos

Siento que hay una piedrita dentro de mí. Materiales: las cosas que soy.

Anhelo

Siempre en movimiento, se me hace que nada es profundo, salvo la relación conmigo misma. He estado buscando la quietud, la monotonía de lo cotidiano.

¿Qué te pareció?

Compartir:

Facebook
LinkedIn
Twitter