Noches como esta, me cuesta conciliar el sueño. ¿Cuántas veces no he estirado mi brazo en mitad de la noche para escribir alguna frase como esta en las aplicación de notas del celular? Cuando estoy sola, en un lugar nuevo; cuando estoy realmente sola, siento en toda su magnitud la soledad y el miedo. En mi cabeza intento pensar en lugares y rostros conciliadores. Pienso en el rostro y las manos de mi madre. En su toque cálido y buenas palabras. Pienso en las noches en las que tuve miedo y pude encontrar consuelo en su abrazo. Esta noche pongo algo de música y enciendo la luz auxiliar del baño.
A la distancia escucho el aullar de los perros, cada ladrido, una alarma. ¿Cómo un sonido tan tenue puede hacerte sentir que se te están por reventar los tímpanos?
Me la he pasado todo el día asustada de que alguien de repente entre a la casa donde me quedo y me haga daño. Estoy en un pueblo pequeño, sin más protección ante el mundo exterior que una plancha de metal y unos cuantos ladrillos apilados. Cada crujir, golpe, pequeño chirreo, me pone alerta y me roba el sueño. Me siento especialmente vulnerable porque soy mujer y es evidente que estoy sola. En ocasiones me alegro de llevar el pelo corto porque a la distancia capaz soy confundible con un hombre. Es estúpido. Pero pienso en eso y me siento un poco más segura.
Cuando estoy sola el miedo es constante, de una forma u otra, me siento violentada. No soy valiente. La tranquilidad que siento al caminar al lado de un hombre amigo no tiene precio. Es irónico. Me di cuenta de lo vulnerable que me sentía caminando por las mismas calles que caminé con Tonan cuando se fue. Mi percepción de la ciudad cambió por completo.
Tengo miedo de dormir sola, arrendar un lugar sola, ir a un baño sola, salir a caminar sola, disfrutar de un atardecer sola, salir a tomar algo sola. Hoy he dormido con el candado echado y la silla apoyada contra la puerta. También me doy cuenta que no temo solo a algo humano. Pienso en lo sobrenatural. Cuando en verdad tengo miedo, rezo.
Hace unos días, en una ciudad diferente, en un hostal céntrico al sur del país, me encontré desvelada pensando que un hombre con el que hablé algunas veces en el hostal, pudiese irrumpir en mi habitación en mitad de la noche. Ese día rechacé su invitación a cenar dos veces. ¿Será solo una paranoia? Mi compañera de cuarto se mudó del hostal el mismo día y pasé mi primera noche sola en una semana. Es curioso lo rápido que te podés acostumbrar a la presencia de otra persona. ¿Por qué sentí que le molestó que diga no? ¿Por qué me debería importar? ¿Por qué me debería importar herir los sentimientos de un hombre solo por el temor de que pueda reaccionar con violencia contra mi? Tengo este tipo de pensamientos.
Hace unos meses ya que empecé esta entrada. La dejé de lado porque estaba tomando un rumbo difuso y alejado de lo que quería plantear al principio. Más allá de las razones sociales obvias por las que me daría miedo dormir sola, quería sentarme a pensar en mis razones particulares. Incluso cuando el sujeto del miedo puede que siempre sea el mismo.
Nota.
Quisiera retomar desde el punto de “Cuando en verdad tengo miedo, rezo”. He llegado a rezar incluso si hay otra persona conmigo en la habitación. Rezo, rezo, y rezo. Un padre nuestro, una oración a la virgen, un ángel de la guarda. Creo que rezo hasta quedarme dormida. ¿Será la presencia de Dios que me ayuda a dormir? Pienso que no soy una persona religiosa. Pero cuando tengo miedo, pienso mucho en Dios. Tal vez me hace sentir menos sola. Tal vez me hace sentir protegida.
Este último mes lo pasé en una pequeña habitación en Lima. Mi habitación daba a la entrada principal del apartamento, así que escuchaba las personas salir y entrar a cualquier hora. Hay sonidos que simplemente te revientan los nervios. Las primeras dos semanas fueron a ojo pelado. Entre el murmullo de conversaciones indistintas, las pisadas retumbando en las escaleras, alguien rebuscando en un bolso, o en uno de los armarios de la entrada. Estaba demasiado ansiosa para poder dormir. Es como tomar un bus nocturno e intentar dormir. Simplemente no sabes quién va a tu lado. Y cuando te estás de un lado al otro, no hay lugares familiares, no hay caras familiares. Es imposible.
Ahora, en mi experiencia cuando no podés dormir hay varias cosas por hacer. Si el entorno lo permite, podés salir a dar un paseo. A veces ayuda, a veces no. Los paseos de una hora suelen ser los más efectivos. Mi otro método es mirar las redes sociales por el tiempo necesario hasta que mi cerebro se nuble, empiece a bostezar y pueda cerrar los ojos con la suficiente rapidez, no pensar en nada y dormir. Mi tercer método, el más efectivo pero menos recomendable, es tomar hasta que te entre sueño. Una a dos cervezas con el estómago vacío suelen hacer el truco.
Puede que en realidad no sea miedo y solo sea una falta de costumbre. En la casa de mis padres siempre fuimos muchas y no había forma de que cada quién tenga su cuarto. Hasta pasados los 20 años, siempre compartí la habitación con alguien más. Luego viví con mi ex-pareja casi un año, durante el que “dormí” la mayor parte sola, y el año pasado entre residencias, hostales, y voluntariados, fueron pocas las ocasiones donde tuve un espacio exclusivo para mi.
Ahora estoy casi al final de mi viaje y vuelvo a casa de mis padres para descansar, ahorrar y renovar energías. No puedo esperar para dormir de nuevo en mi vieja cama. Espero dormir bien.