Sobre la sensibilidad.

Viernes 18 de octubre

Por un momento creí que pude entender cómo se siente un hombre mayor al cortejar una chica mucho más joven que él. Da una extraña sensación de poder y tranquilidad. En especial cuando en realidad no te sientes atraída por la persona. Una sensación de desconexión y calma. Que da miedo logre embriagarme y no pueda deshacerme de ella.

Pienso en los hombres mayores que han intentando cortejarme.

A medida que me acerco a la edad que ellos tenían cuando me conocieron, entiendo menos sus motivaciones y más su razonamiento. Mientras anoto esto, a mi lado está la taza que compré ayer en un arrebato romántico y decora ahora mi escritorio. Tiene un lindo dibujo: una pareja escapándose de la policía… “y en la adversidad”…

Pienso en cómo me hacen sentir los votos tradicionales que se proclaman durante el matrimonio. Siempre me han parecido hermosos. Pienso en mi sensibilidad, que esta ciudad furiosa, y aquella ciudad indiferente, me han obligado a enterrar. En mis sentimientos buenos, malos, pesarosos. Caigo en cuenta de cómo los sentimientos sucios, oscuros, terribles, empiezan a prevalecer.

Me pregunto: “¿Quién soy yo?”¿Para qué y por cuál razón continuo (decido) seguir viviendo.

Sábado 19 de octubre

De nuevo sin planes para el finde. Pero me sienta bien.

Hace un momento caí en cuenta de lo mucho que he estado pensando sobre los hombres y las relaciones. Las entradas de este diario (hago referencia a mi bitácora física) me delatan…


En puerto madero, cuando ya me dirigía de vuelta a casa, me puse a pensar en el tema de la sensibilidad.

Me vienen a la mente varias cosas. Entre ellas, lo que escribí hace unos días de sentirme por momentos como un hombre. Creo que para sentirse como un hombre, hay que desprenderse de la sensibilidad y de la empatía hacia otras personas. No quiero sentirme como un hombre, y no puedo evitar preguntarme por qué me siento así.

Se que lo mío no es algo natural a mi persona (la falta de sensibilidad) sino más bien un mecanismo de defensa ante el mundo, ante las palabras y gestos crueles de personas cercanas y no tan/.

Pienso en lo que me dijo mi amiga Lau. Que dejar de amar, dejar de sentir, es darle la mano ganadora a las personas que nos hicieron daño. Aún así, a medida que me vuelvo menos sensible, me siento más tranquila.

Soy consciente de que vivir así no es vivir con plenitud, ¿pero qué más puedo hacer al respecto? A veces me invaden unas ganas inmensas de llorar, la evidencia de mi puesta en escena me abofetea en la cara; solo finjo. Todo importa demasiado, no puedo lidiar con mis sentimientos sola.

…todo es de nuevo confuso, me cuesta concentrarme, me consumen los placeres banales y estúpidos, me siento superficial y vacía.

Martes 15 de octubre

Ayer sentí, mientras caminaba por las aceras mojadas de Avenida Corrientes, que al fin podía entender por qué Buenos Aires es la ciudad de la furia. Caminando por sus calles me siento furiosa. Veo a los hombres y siento furia. Veo a familias enteras en la calle y siento furia. Veo los negocios con precios desorbitantes y siento furia. Cada esquina, cada charco, cada grito de un loco en la calle, están llenos de furia y rabia y todo lo que la furia y la rabia pueden llegar a contener.

Más

Anhelo

Trás dos o tres semanas sola, y en constante movimiento, la quietud ha llegado a mis pensamientos. He estado pensando en quedarme quieta. Siempre en movimiento, se me hace que nada es profundo, salvo la relación conmigo misma. He estado buscando la quietud, la monotonía de lo cotidiano.  La idea vino a mi al caminar entre las pintorescas casitas de San Martin de Los Andes, un pequeño pueblo turístico al sur de Argentina, rodeado de lagos y montañas para días. Es ese tipo de pueblos que se escoge para escapadas de fin de semana con amigas, una pareja o la familia. Excepto que, sin excepción y por elección propia, estaba sola.  El pensamiento me asalta al ver un jardín bien decorado, o cuando alcanzo a espiar una biblioteca a través de una ventana mal tapada (y un poco de punta de pies. Sí, ¿está mal mirar dentro de las casas ajenas?). Cuando siempre estás en movimiento, puede resultar imposible tener un jardín, una huerta. Cuando no estás quieto, no podés decorar una casa, escoger los manteles, renovar la cocina, enojarte porque los cubiertos no están guardados. No podés comprar ropa nueva, tener una colección de miniaturas, ni una biblioteca.  No tenés una vieja casona de tejas rojas y rebocado amarillo, la fachada exterior carcomida por la humedad y el pasar de los largos, largos años; donde recibir a los amigos que viajan, van de paso, y no has visto en años. No tenés amigos con los que cenar una vez al mes, acogidos por la calidez del conocimiento mutuo.  Suena el timbre, se grita un “ya voy”: la casona se convierte en hogar. A la luz de las velas, largas y delgadas, está puesta la mesa, con un florero como centro de. Se sientan en rededor, y a pesar de la quietud, el mundo interior se ve disruptido, entra el calor, las paredes, antes indiferentes, se tornan cálidas.  Tal vez sea mi incapacidad de formar lazos profundos con las personas que conozco hace menos de media hora. Tal vez porque me han enseñado a no confiar en los extraños, o porque soy mujer y viajo sola, o soy incapaz de formar amistad tras cruzar una o dos palabras. No puedo llevar mi hogar a cuestas, colgando a medias de mis hombros, destartalándose a cada paso. Lo dejo atrás. No puedo tenerlo todo. Quisiera saber cómo quedarme quieta, Me gustaría poder decir: todos los veranos con mi familia íbamos a X y Y lugar y hacíamos tal y cuál cosa y así capaz me sentiría un poco más significativa y podría decir: “soy este tipo de persona”.  Pero no conozco más que este cambio constante, de individuos, lugares y multitudes. No soy más que este constante ir y venir, esté vaivén de amores y odios, de indecisión y distracción.  

2017-2025: dinero

También me zumban los oídos. Hoy subí a casa caminando porque no tenía dinero para el bus…

Verano Serú

Este verano, con la ventana cerrada y el ventilador en su máxima potencia, no alcancé a escuchar el titilar de las cigarras al caer la noche. 

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