White girl goes downtown

Obelisco, av corrientes

OK so call me privileged trash, but until now I had not realized the toll your neighborhood can have on your mental health and overall mood. I just moved out from my little 3-female-shared room (more on that later) downtown Buenos Aires. Not exactly the nicest area in the city. For context, my very white-like privileged background includes private schools-only, violin classes after school, and secluded little houses on residential neighborhoods. Walking down the street of my latest lair I was like: “why are this people so moody all the time?” Until I (capital I) was moody all the time.

Was it the trash? Was it the gripping feeling of insecurity? The long faces of the comunal commuter? The loco screaming and singing at 7am? The reek of pee, trash juices, and what not? Soon enough I became m-i-s-e-r-a-b-l-e. Me, whom I decidedly thought could thrive in any environment, no matter the circumstances, the day, or mercurial situation. ME, the strong, resilient me. I wasn’t even in a villa (think of favelas in Brazil). It was just not mon, red brick pg-13 green clean situation I grew up in.

Don’t get me wrong. In Seoul, Korea I spent 9 months staying at an even by locals, unheard-of remote neighborhood, to the brim of ajjeoshis, broken light poles and shady looking oppas. It was basically a basement. My roommate was an Indonesian guy who could barely keep himself clean (he was a terrible representation of Indonesian people!), and the cold air would blew in through the windows every freezy winter night. But, and here’s my next point: it was so easy to escape. One, two, three steps, and I was on my way to gypsy-trendy-Seoul (shoutout to Seoul’s amazing public transport system).

I could not, though, escape so easily from my latest settlement, both physically and psychologically. Located in close proximity to the nation congress, I was a privileged witness of every discontent the Argentinian people had @ the moment. Lots of Che Guevara massive pancartas and all that. Some stuff was fun, like, uhm, the gay parade! My friend’s friend had her phone stolen tho. That wasn’t so fun.

Being as I am, I tried to adapt and build my routine around what was around. I signed up for the local gym, had a specific market and pastry shop I frequent and even became friendly with the local loco. Just kidding! They terrify me.

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Anhelo

Trás dos o tres semanas sola, y en constante movimiento, la quietud ha llegado a mis pensamientos. He estado pensando en quedarme quieta. Siempre en movimiento, se me hace que nada es profundo, salvo la relación conmigo misma. He estado buscando la quietud, la monotonía de lo cotidiano.  La idea vino a mi al caminar entre las pintorescas casitas de San Martin de Los Andes, un pequeño pueblo turístico al sur de Argentina, rodeado de lagos y montañas para días. Es ese tipo de pueblos que se escoge para escapadas de fin de semana con amigas, una pareja o la familia. Excepto que, sin excepción y por elección propia, estaba sola.  El pensamiento me asalta al ver un jardín bien decorado, o cuando alcanzo a espiar una biblioteca a través de una ventana mal tapada (y un poco de punta de pies. Sí, ¿está mal mirar dentro de las casas ajenas?). Cuando siempre estás en movimiento, puede resultar imposible tener un jardín, una huerta. Cuando no estás quieto, no podés decorar una casa, escoger los manteles, renovar la cocina, enojarte porque los cubiertos no están guardados. No podés comprar ropa nueva, tener una colección de miniaturas, ni una biblioteca.  No tenés una vieja casona de tejas rojas y rebocado amarillo, la fachada exterior carcomida por la humedad y el pasar de los largos, largos años; donde recibir a los amigos que viajan, van de paso, y no has visto en años. No tenés amigos con los que cenar una vez al mes, acogidos por la calidez del conocimiento mutuo.  Suena el timbre, se grita un “ya voy”: la casona se convierte en hogar. A la luz de las velas, largas y delgadas, está puesta la mesa, con un florero como centro de. Se sientan en rededor, y a pesar de la quietud, el mundo interior se ve disruptido, entra el calor, las paredes, antes indiferentes, se tornan cálidas.  Tal vez sea mi incapacidad de formar lazos profundos con las personas que conozco hace menos de media hora. Tal vez porque me han enseñado a no confiar en los extraños, o porque soy mujer y viajo sola, o soy incapaz de formar amistad tras cruzar una o dos palabras. No puedo llevar mi hogar a cuestas, colgando a medias de mis hombros, destartalándose a cada paso. Lo dejo atrás. No puedo tenerlo todo. Quisiera saber cómo quedarme quieta, Me gustaría poder decir: todos los veranos con mi familia íbamos a X y Y lugar y hacíamos tal y cuál cosa y así capaz me sentiría un poco más significativa y podría decir: “soy este tipo de persona”.  Pero no conozco más que este cambio constante, de individuos, lugares y multitudes. No soy más que este constante ir y venir, esté vaivén de amores y odios, de indecisión y distracción.  

2017-2025: dinero

También me zumban los oídos. Hoy subí a casa caminando porque no tenía dinero para el bus…

Verano Serú

Este verano, con la ventana cerrada y el ventilador en su máxima potencia, no alcancé a escuchar el titilar de las cigarras al caer la noche. 

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